miércoles, 27 de marzo de 2019

REFLEXIONES SOBRE LA ANTI-AUDITORIA EN BOLIVIA


Debo empezar señalando que el presente ensayo a ser leído será dividido en varios títulos y comprenderá que cada una se complementa entre sí, puede que cause perplejidad ante la realidad a la que denomino “anti-auditoria”.

Con esas dos palabras que enfatizo pretendo resumir una multitud de experiencias que vive el auditor o contador público autorizado en el ejercicio de su profesión que condiciona su conducta y a la vez le crea un estado de animo de disconformidad interior, motivada por una brecha creada entre lo ortodoxo de la auditoria y la realidad cotidiana en el que hacer de esta rama de la profesión.

Precisamente en el momento clave del proceso de auditoría que es la emisión del Dictamen que será utilizado por terceros es cuando nuestra profesión adquiere su carácter de “publica” y es por ello que ante cualquier limitación de poder desempeñar esta función con rigor ético y técnico deja una sensación de disconformidad intelectual y espiritual. Además, esta limitación hace surgir un sentimiento de culpa que  de ser cumplida cabalmente como deber profesional brindaría  una satisfacción personal.

Esta limitación que cito, nace comúnmente de factores externos que condicionan o impiden el normal desempeño de un auditor.

Para entenderlo lo expondré con Ejemplos: podría empezar con la inestabilidad monetaria por una economía frágil, la incorrecta aplicación de normas que afectan la economía del país, la inequidad en determinados tributos, la situación marginal  y de incertidumbre de ciertas empresas auditadas, el nivel de moralidad media de la sociedad en un momento histórico determinado, la reducida dimensión de la unidad económica examinada, la falta de hábitos ordenados de trabajo en los titulares y directivos de las empresas, la acentuada diferenciación de los profesionales en ciencias económicas, a veces, la discutible sensatez de las normas emitidas per los propios Colegios de profesionales (en coordinación o no con organismos oficiales), a veces por un mal entendido afán de defensa gremial, que exigen tareas profesionales conducentes a "certificaciones" de cumplimiento, a menudo, imposible.

Todos esos factores externos (que analizaremos más adelante) van acumulando en el profesional una línea delgada que separa lo correcto del incorrecto desempeño. Es por ello que la labor que desenvuelve en el contexto de los factores externos son los que afectan al profesional y a su estado de ánimo, la cual he denominado la "anti-auditoria"; en palabras simples, es el desempeño del profesional que se separa de la ortodoxo, aplicando criterios flexibles cuya validez desconoce pero que se ve obligado a aplicar, para enfrentar esos factores externos que lo afectan.

Es por ello que como una forma de castigo por este desordenado proceder, se manifiesta un hecho que consideramos casi incuestionable: "no nos leen". En efecto, el común de los lectores de los estados financieros no se molesta en enterarse de como se ha expedido el profesional en su dictamen. Y, es más, probablemente pocos son quienes realmente leen con detenimiento los estados financieros mismos.

La razón de lo que antecede es compleja y surgirá más claramente a medida que avancemos con nuestro tema. Por ahora convengamos que los estados financieros se preparan por los siguientes motivos:

  1. Porque lo exige  una disposici6n legal: Referida a un control gubernamental como es el caso de los estados financieros  de sociedades anónimas, bancos, seguros, cooperativas y compañías financieras.
  2. Porque lo establece una disposición fiscal: Es el caso de las exigencias para el cumplimiento de normas tributarias
  3. Porque está estipulado como requisito en los contratos relativos a actividades privadas de distinto tipo (sociedades de personas, operaciones de compra-venta, prestamos fusiones, etc.).

En la mayoría de los casos citados es probable que la lectura que hagan los interesados en los estados financieros sea referida solamente a los aspectos formales de los mismos (como ser la que realizan los funcionarios de organismos de control gubernamental). En casos especiales, algunos accionistas, socios o dueño de negocios querrán tener datos físicos sobre las empresas, pues lo común es que ni siquiera los accionistas leen en detalle los estados financieros y algunos probablemente no los entenderán si los leyeran.

En efecto las exigencias actuales en materia de estados financieros son compatibles con las de los países más adelantados del mundo, lo cual puede juzgarse óptimo para el caso de las grandes empresas, particularmente las que cotizan sus acciones en el mercado de valores.

Es posible que en esos casos los estados financieros sean detenidamente leídos por gerentes de finanzas,  analistas financieros, especialistas bursátiles, inversionistas y otros, y quizás extraerán de dichos estados conclusiones válidas.

Pero en la gran mayoría de las empresas, que son de menor tamaño, algunas de ellas sociedades de responsabilidad limitada o pequeñas Pymes creados por núcleos familiares, la información contable que deben preparar excede la capacidad de los interesados para entenderla. Pero, lo que es más grave como he dicho ni siquiera la leen.

Si esto ocurre con los estados financieros, mucho más cierto es lo afirmado con respecto a nuestros dictámenes como auditores, sobre los cuales es probable que la situación sea más grave. Es concebible que no lean ni los accionistas, ni los gerentes de finanzas, ni los analistas, ni los inversionistas, ni los expertos bursátiles.

Con lo cual se plantea el interrogante de cómo puede aplicarse  un trabajo ortodoxo de la auditoría en ese contexto de insensibilidad e indiferencia.