Debo empezar señalando que el presente ensayo a ser leído
será dividido en varios títulos y comprenderá que cada una se complementa entre
sí, puede que cause perplejidad ante la realidad a la que denomino
“anti-auditoria”.
Con esas dos palabras que enfatizo pretendo resumir una
multitud de experiencias que vive el auditor o contador público autorizado en
el ejercicio de su profesión que condiciona su conducta y a la vez le crea un
estado de animo de disconformidad interior, motivada por una brecha creada
entre lo ortodoxo de la auditoria y la realidad cotidiana en el que hacer de
esta rama de la profesión.
Precisamente en el momento clave del proceso de auditoría
que es la emisión del Dictamen que será utilizado por terceros es cuando
nuestra profesión adquiere su carácter de “publica” y es por ello que ante
cualquier limitación de poder desempeñar esta función con rigor ético y técnico
deja una sensación de disconformidad intelectual y espiritual. Además, esta limitación
hace surgir un sentimiento de culpa que de ser cumplida cabalmente como deber
profesional brindaría una satisfacción
personal.
Esta limitación que cito, nace comúnmente
de factores externos que condicionan o impiden el normal desempeño de un
auditor.
Para entenderlo lo expondré con
Ejemplos: podría empezar con la inestabilidad monetaria por una economía
frágil, la incorrecta aplicación de normas que afectan la economía del país, la
inequidad en determinados tributos, la situación marginal y de incertidumbre de ciertas empresas
auditadas, el nivel de moralidad media de la sociedad en un momento histórico
determinado, la reducida dimensión de la unidad económica examinada, la falta
de hábitos ordenados de trabajo en los titulares y directivos de las empresas, la
acentuada diferenciación de los profesionales en ciencias económicas, a veces,
la discutible sensatez de las normas emitidas per los propios Colegios de
profesionales (en coordinación o no con organismos oficiales), a veces por un
mal entendido afán de defensa gremial, que exigen tareas profesionales
conducentes a "certificaciones" de cumplimiento, a menudo, imposible.
Todos esos factores externos (que analizaremos más adelante)
van acumulando en el profesional una línea delgada que separa lo correcto del
incorrecto desempeño. Es por ello que la labor que desenvuelve en el contexto
de los factores externos son los que afectan al profesional y a su estado de ánimo,
la cual he denominado la "anti-auditoria"; en palabras simples, es el
desempeño del profesional que se separa de la ortodoxo, aplicando criterios
flexibles cuya validez desconoce pero que se ve obligado a aplicar, para
enfrentar esos factores externos que lo afectan.
Es por ello que como una forma de castigo por este
desordenado proceder, se manifiesta un hecho que consideramos casi
incuestionable: "no nos leen". En efecto, el común de los lectores de
los estados financieros no se molesta en enterarse de como se ha expedido el
profesional en su dictamen. Y, es más, probablemente pocos son quienes
realmente leen con detenimiento los estados financieros mismos.
La razón de lo que antecede es compleja y surgirá más
claramente a medida que avancemos con nuestro tema. Por ahora convengamos que
los estados financieros se preparan por los siguientes motivos:
- Porque lo exige una disposici6n legal: Referida a un control gubernamental como es el caso de los estados financieros de sociedades anónimas, bancos, seguros, cooperativas y compañías financieras.
- Porque lo establece una disposición fiscal: Es el caso de las exigencias para el cumplimiento de normas tributarias
- Porque está estipulado como requisito en los contratos relativos a actividades privadas de distinto tipo (sociedades de personas, operaciones de compra-venta, prestamos fusiones, etc.).
En la mayoría de los casos
citados es probable que la lectura que hagan los interesados en los estados
financieros sea referida solamente a los aspectos formales de los mismos (como
ser la que realizan los funcionarios de organismos de control gubernamental).
En casos especiales, algunos accionistas, socios o dueño de negocios querrán
tener datos físicos sobre las empresas, pues lo común es que ni siquiera los
accionistas leen en detalle los estados financieros y algunos probablemente no
los entenderán si los leyeran.
En efecto las exigencias actuales
en materia de estados financieros son compatibles con las de los países más
adelantados del mundo, lo cual puede juzgarse óptimo para el caso de las
grandes empresas, particularmente las que cotizan sus acciones en el mercado de
valores.
Es posible que en esos casos los
estados financieros sean detenidamente leídos por gerentes de finanzas, analistas financieros, especialistas
bursátiles, inversionistas y otros, y quizás extraerán de dichos estados
conclusiones válidas.
Pero en la gran mayoría de las
empresas, que son de menor tamaño, algunas de ellas sociedades de
responsabilidad limitada o pequeñas Pymes creados por núcleos familiares, la información
contable que deben preparar excede la capacidad de los interesados para
entenderla. Pero, lo que es más grave como he dicho ni siquiera la leen.
Si esto ocurre con los estados
financieros, mucho más cierto es lo afirmado con respecto a nuestros dictámenes
como auditores, sobre los cuales es probable que la situación sea más grave. Es
concebible que no lean ni los accionistas, ni los gerentes de finanzas, ni los
analistas, ni los inversionistas, ni los expertos bursátiles.
Con lo cual se plantea el
interrogante de cómo puede aplicarse un
trabajo ortodoxo de la auditoría en ese contexto de insensibilidad e indiferencia.